Sacrificio a la inocencia vegetal

Cuando las paredes dejan de contarme sus secretos
hago el sacrificio de salir al jardín
donde las margaritas se preguntan sobre el amor de las abejas.
Sus tímidas risitas marcan los me-quiere-no-me-quiere
que acompañan al crujir de los huesos
y el rasgar de la carne; los alaridos son sonidos
que caen como troncos en lugares deshabitados.
Aquí afuera es normal que los árboles
graben sus iniciales sobre piel viva
y que las cochinillas tiñan su armadura de quitina
con la grana de la sangre humana:
manchando sus botitas
como si pisaran uvas para hacer vino.
El blanco de los pétalos carmín se restaura con lágrimas de sal
y las raíces se nutren con tibio carmesí.
Los cadáveres marchitos y los torsos desmembrados
decoran los campos, son tributos a la inocencia vegetal.

La botarga

Mientras buscaba tesoros bajo las tinieblas de mis barbas
encontré una máscara con cara de ansiedad,
tics nerviosos y una culpa irremediable.
Intento hacer las paces con la palidez de mi tez a través
de mis labores de investigador proletario, pero a pesar
de mis pies adoloridos, las manos cortadas
y la ropa impregnada del olor a diez horas en la cocina,
mis esfuerzos son en vano: voy vagando por la vida
vestido con el traje de mi condición de clase.
Desde la vitrina pienso ingenuo que Fortuna me sonríe
porque soy parte del inventario de la compañía
de mis amiguitos marxistas.
Pero cuando llego a casa después de pasar hambres
artificiales en desiertos psicoactivos, intento quitarme
el traje y me encuentro en la piel de una botarga
de fresa gigante.
Es entonces que comprendo la mirada juzgona de las
nubes revolucionaras, los murmullos chismosos de los
árboles activistas, la crítica estridente de los
pájaros militantes y la indiferencia de los
perros disidentes.
Así descubro que no puedo barrer el suelo que es tierra
y que mis pies no se ensucian cuando estoy descalzo.
Ahí vacío mis inseguridades y solo entonces soy capaz
de sonreírle a la botarga con mi cara de pendejo
ante el espejo de mis ojos azules.

La fauna de los rascacielos

Para ser parte de este zoológico de papel moneda
es necesario encerrar las emociones
en el sótano del alma,
keep invective phrases
carefully contained in amoeba spaces.
Está prohibido querer saborear
la riqueza de las lenguas muertas,
vaticinar malaugurios y profesar
el sinsentido de los antiguos geométridas.

Para evitar ser un fantasma
diáfano y bidimensional,
perdido en el desierto poético de las
palabras ahogadas en la lírica corporativa
solo requiero un huertito de papel
para escribir unos surcos,
sembrar palabras, crecer ideas.

Espanglish 2

ravioles apuntalan los cerros
a la corteza terrestre
y la experiencia colectiva
se funde en la estética combinada
de sus contornos while
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windspots coil sentences arround las nubes

Apariencias

Es un lunes vestido de viernes
y todos somos la misma persona:
una entidad que inventa caras-actrices
que titilan con el brillo adiposo
del aire recirculado.
Somos una manada
uniformemente disociada
de personalidades fragmentadas;
una cajetilla abandonada
en la intemperie solipsista,
desprovista del toque disfrazado de cigarro.

¿Tú qué guardas cuando vas a la oficina?

Te extraño

Desde que te fuiste
tengo una basura en el ojo
de este huracán de emociones.

Hoy las nubes retratan
las lenguas de un fuego
congelado en el tiempo.
El viento elimina el exceso
de flores amarillas en el árbol
y las acomoda en la banqueta
abisal de una nostalgia
preservada a temperaturas
bénticas.

Turistas

En este abril de temperaturas ideales
comienzan los días de tránsito local impedido,
de miradas confusas, atención foránea
y de pasos de baile al ritmo de mapas.

Es el turismo de lo perdido.