El lenguaje universal

Hasta hace poco creía que había dos lenguajes universales: el arte y las matemáticas, pero últimamente siento que debe haber un único lenguaje universal que combine la manera de acceder al conocimiento a través de los dos anteriores. Sería algo así como definir el arte con precisión matemática, y entender la belleza de una ecuación.

Memoria caché

En el lenguaje de la informática, la memoria caché sirve, creo, para almacenar cosas que le sirven a la máquina pero no al usuario. Incluye, creo, cosas como cookies y otras pendejadas molestas por el estilo.
En el lenguaje del ser humano, o más bien en el contexto del ser humano, la memoria caché es la memoria basura que recuerda datos sobre los deportes que no nos interesan, sobre la combinación de colores adecuada en la ropa, y es la que usamos para decidir qué nos gusta y qué no; es la memoria de la elegancia y por lo tanto, la memoria basura.

Propriocepción

La propriocepción es la misteriosa capacidad que tenemos para voltear instintivamente, sólo para darnos cuenta de que alguien nos observa. ¿Cómo pudimos saber que alguien nos está viendo, cuando nosotros le estamos dando la espalda?
 Creo que alguna vez leí que era porque nuestros cerebros procesan inconscientemente mucha más información de la que nosotros somos capaces de analizar conscientemente. Así, esos ríos de información se suman, y si nuestro cerebro cree que podemos estar en peligro, nos impulsa a voltear, sólo para encontrar que un anciano tiene sus ojos clavados en nuestra espalda.

En lo personal no me siento del todo satisfecho con esta explicación, y creo que nuestro cuerpo en su conjunto debe actuar como un receptor de vibras. Esto es, además de la suma de factores inconscientes que nuestro cerebro procesa. Tengo esta intuición porque uno no se la vive volteando cada vez que es observado, y a la vez me parece difícil que el cerebro pueda factorizar información cuando hay barreras físicas de por medio (como por ejemplo de coche a coche).

El detector de vibras tiene que ver con que creo que el cerebro (y la mente, si me presionan) no vale  sin el cuerpo. Es decir, nuestra individualidad (si es que tal cosa existe), existe únicamente en el conjunto mente-cuerpo entendido como una sola cosa, y es esa cosa la que puede detectar intenciones, pensamientos, etcétera, y por lo tanto advertirnos cuando percibe señales de peligro.

Layover

Semilleros de historias para el ojo observador
y la mente creativa; tanta gente diferente,
tantas lenguas desconocidas
que se escuchan fragmentadas,
y sobre todo,
tanto tiempo.

32 horas despierto. WiFree en Doha.

32 horas viajando,
bajé tembloroso.
Fumo  en cuartos aislados
en donde hay que cortar el humo con machete.
Temblaba más: las manos, los ojos.
Todo era más brillante de lo normal;
como si las luces del aeropuerto
estuvieran calibradas a una intensidad mayor.

La gente, elegante bajo sus propios términos:
algunos vestidos todos de blanco,
y otros,
en un grupo que incluía tanto hombres como mujeres,
con estampados rutilantes
que me hacen imaginar que en ese país,
un solo tipo de tela para todos los habitantes.

Belleza fea

Es importante darse un momento para apreciar la belleza en todo; incluso aquello que podría parecer feo. Pienso en el ejemplo de la basura. Estoy viendo una servilleta arrugada y probablemente usada. En primera instancia, cuando uno ve la mesa, con migajas y el desorden general que presenta la composición (el arreglo de objetos sobre la mesa), no ve mas que eso: la mesa desordenada y sucia. Sin embargo en este momento,
no me importan ni el desorden ni la suciedad,
porque toda mi atención está enfocada
en la belleza de los pliegues de la servilleta;
en cómo está parada como si fuera la orgullosa columna de un templo griego,
cuando no es mas que basura.

A ella, a la servilleta, no le importa su condición estética respecto al resto de los objetos; ella sabe quién es y me lo ha hecho entender.

Un experimento

Descripción en todas las personas, singular y plural

Si tan solo se hubiera dado cuenta antes. Pero no. Cuando nació, la tecnología que haría evidente su condición aún se estaba gestando. No había internet, y así lo que lo único que sustentaba su existencia eran las ondas de radio. Suena dramático, pero en realidad simplemente significa que vivía una vida normal. Con el advenimiento de la red inalámbrica, empezó a notar que sus sentidos se agudizaban. Al principio era intolerable; podía oler el baño en los restaurantes, escuchar las peleas de sus vecinos y ver en la obscuridad. Lo peor de todo era no poder saber porqué de pronto sus sentidos se agudizaban hasta alcanzar niveles suprahumanos. Con el tiempo aprendió a controlarlo, pero eso tuvo como consecuencia cierto nivel de dependencia, es decir, si por alguna razón ajena a su control perdía la conexión de manera súbita, era muy probable que se desmayara.

Nadie tenía por qué saber de su condición, nadie pudo haber si quiera imaginado su condición. Sí, claro, las ondas de radio se pueden traducir a impulsos eléctricos, pero ninguno de nosotros hubiera podido adivinar que tal fenómeno podía ocurrir de manera natural. Cuando intentamos estudiar la situación, ya era demasiado tarde pues no teníamos manera de rastrear a la persona afectada. La única opción que nos quedó, fue buscar como se busca a los hoyos negros, es decir, no buscar al objeto que se quiere estudiar, sino a la manera en la que incide en lo que ocurre a sus alrededores.

Cada tercer día voy a trabajar a un café que está cerca de mi casa. Todo es perfecto excepto en aquellos días en los que la conexión a internet se cae; aunque después de aquél día me di cuenta de que hay de caidas a caidas. Era un tercer día cualquiera, pero resultó estar lleno de coincidencias. Primero, que yo checara que había conexión porque estaba a punto de mandar un mail, segundo porque mi pesquisa tuvo lugar justo en el momento en que la conexión se caía, y tercero porque en ese preciso instante, una persona que esperaba a que le entregaran su café se colapsó sin decir una sola palabra.

¿Creen poder conmigo? ¿Acaso creen que no sé cuánto tiempo llevan intentando rastrearme? No tienen oportunidad, están perdidos. Si lo hubieran intentado antes, tal vez, pero ahora es demasiado tarde. Estoy muy fuera de su alcance y volando muy por encima de sus radares. Nunca debieron haberse metido con una mujer

Imagínate que vas caminando por la playa y te encuentras con una persona concentrada en el horizonte. Tiene una computadora encendida y con un USB drive pegado. Tú, nada penoso y con una curiosidad que raya en la impertinencia, te acercas pero caes en cuenta de que, pese a que la computadora está funcionando, tiene el protector de pantalla. No hay música ni audífonos, simplemente esa persona con la mirada perdida en el horizonte. Tú curiosidad se desborda y te abalanzas con una serie de preguntas. La única información que obtienes es que está viendo la otra costa (tú sabes que es imposible) y que necesita la conexión para ver hasta allá. Tu interlocutor no dice más; como si te pudiera bloquear; dejarte de percibir.

Ellos se lo buscaron. Si tan solo pudieran respetar la intimidad y el espacio personal, nada de esto habría pasado. Después de la primera transgreción, dejé de considerarme parte de su especie. Esa especie que, dada su naturaleza social, es propensa al chisme, a saber qué le pasa al otro, y si lo que le pasa es malo, tanto mejor. Las redes sociales les ajustaron de maravilla por esa razón. Pero jamás voy a permitir que me conviertan en un experimento social más, no voy a servir a sus propósitos, y si es necesario, soy capaz de exterminarlos.