Todo al respecto fue una delicia. Desde el hecho que, ante su ignorancia (él creía que era su amiga la que quería con él), ella se le acercara mientras iba por una cerveza. Lo alcanzó en el refrigerador mientras él seguía agachado, y ella no tuvo que hacer más que rozar su hombro con su muslo. El resto fue automático. Él se levantó para que ella quedara frente a él mientras ella se agachaba para buscar una cerveza y aprovechar para hacerle sentir sus nalgas. Ella volteó para sonreírle aún inclinada mientras se elevaba lista para verle la cara de idiota; o al menos eso esperaba. Pero él mantuvo la calma, y pese a un par de tropiezos de lengua que cualquiera hubiera achacado al alcohol, inició bien la conversación. La manera en la que él reaccionó, le pareció interesante; algo había en su manera de hablar.
Al poco tiempo se estaban besando afuera de la fiesta. El amigo con el que él había llegado salió un momento; no esperaba verlos besándose. No después de que le había dicho que ella le gustaba.
Más besos y luego de regreso a la fiesta. A ser sociales. Pero coqueteaban como si estuvieran en la secundaria y se toqueteaban mientras tenían una conversación anodina con sus compañeros de trabajo. Todos muy profesionales, pero mientras ella platicaba con su jefe, él se aferraba a su nalga como si pendiera de un precipicio al tiempo que balanceaba una cerveza. Todo mientras los dos sonreían y asentían discretamente; todo mientras socializaban.
La fiesta estaba destinada a terminar, pero se estaban divirtiendo. Era una cosa animal en el sentido más inocente: olerse, tocarse, morderse. Sexy pero nunca vulgar; había que guardar las apariencias. De pronto se dieron cuenta de que eran los últimos. Él propuso su casa, pues estaba a un par de cuadras. Ayudaron a limpiar un poco y salieron abrazados. En el camino él habló con los trabajadores de limpia que servían a su edificio, sólo unos segundos y continuaron. Al llegar no se podían contener. Empezaron a besarse desde el elevador. Cuando llegaron al sillón él ya estaba besando unos labios distintos a los que había besado durante esa noche.
Él fue al baño, y cuando regresó la encontró desnuda usando nada, salvo un bombín que su roomie estaba usando como vestuario para una obra de teatro. Era el cuadro de Magritte personificado por una musa de veintidós años desnuda en el pasillo. Cogieron hasta llegar al cuarto. En el cuarto continuaron hasta que un dedo borracho la hizo cuestionar sus decisiones. Él se disculpó y continuaron un rato más, pero ninguno se vendría. Durmieron rico, desnudos y abrazados. Al día siguiente ella se fue a su casa; él continuó escribiéndola.