El apocalipsis zombie
Nos venden, nos vendemos y nos compramos. Compramos y vendemos cosas, ideas, nuestro trabajo y nuestra mente. En realidad es posible prescindir de la mayoría de estas mercancías, sin embargo la falta de sensibilidad para percibir nuestro entorno, hace que no nos demos cuenta de que podemos prescindir de ellas hasta que las tenemos. Es decir, compramos para darnos cuenta de que lo que acabamos de comprar es basura. Al darnos cuenta de eso nos preparamos para deshacernos de la basura, per no sin estar programados para consumir lo que sigue.
La clave está en la palabra ‘CONSUMIR’. Me llama la atención que también la usemos para hablar del fuego que consume un bosque. Es, en definitiva, una palabra negativa. Consumimos por consumir, porque nos han condicionado a pensar que así es como debe ser. Además tiene doble filo, pues mientras el cerebro individuo es consumido por la publicidad y los medios, el individuo, al seguir esas instrucciones, consume su entorno.
No se puede producir para el consumo. O más bien tal vez es que no puede haber producción que aguante el consumo, pues el consumir implica una acción que eventualmente termina con aquello que se consume.
De ahí que ahora hablemos de creación de necesidades. Tenemos que dejar de crear necesidades y más bien concentrarnos en las necesidades reales.
El éxito de los zombies y la curiosidad en torno al apocalipsis zombie se debe a que el mundo zombie representa una de las muertes posibles del capitalismo.
Ahora que los zombies están de moda no puedo evitar en preguntarme por qué. Por un lado me parece interesante cómo a través del fenómeno zombie, la gente se comienza a preguntar, si bien de manera tácita, qué pasa cuando las condiciones del mundo ya no permiten mantener ciertos hábitos de CONSUMO, que pongo con mayúsculas para contrastar la palabra con la otra acepción; la del bosque. Sin embargo todos, desde los que se preguntan cosas o se dan cuenta de que el mundo que hemos moldeado es insostenible, hasta los que no se preguntan cosa alguna, estamos sujetos a la manipulación del capitalismo. Con esto me refiero a que el sistema mismo nos impide darnos cuenta de que ya somos zombies. Nos hace creer que somos libres y luego nos impone la manera en la que debemos vivir, creando necesidades y emociones ajenas a nuestra verdadera naturaleza.
Vivimos en un mundo tal, que incluso cuando somos concientes de que ni podemos ni debemos mantener este modo de producción, seguimos perpetuándolo. Sí, el ecologista que recicla que vive en Portland no come carne, pero es un médico en un hospital PRIVADO y ha PRIVADO de cuidado a más de un paciente por no tener un seguro. El ejemplo del médico antihipocrático o hipócrita es simplemente una gota más en el vaso. El problema real, evidentemente, es más profundo y no puede analizarse bien en un ensayo sobre zombies.
El problema que me interesa abordar con ese ejemplo, es cómo el sistema en el que vivimos nos hace sentir cómodos con nuestra situación; cómo nos permite darnos palmaditas morales con nuestras diversas pequeñas contribuciones, eso sí, muy individuales, propias y originales, mientras seguimos alimentando al monstruo en todos los niveles que no son parte de nuestro “yo”. No vemos los problemas ajenos como propios, existe una división entre el yo y la comunidad y eso genera zombies: zombies con educación universitaria que compiten para enriquecer a unos pocos en vez de contribuir y producir para la sociedad. Eso es lo que hace de nuestro mundo un mundo zombie, y eso es lo que hace que nuestro coqueteo con la idea del apocalipsis zombie estilo TV represente simplemente una alternativa (demasiado improbable y muy fantástica, pero alternativa al fin) a la realidad capitalista.
Y claro, el argumento no es que todo aquel que se sienta consciente deje de comer carne o tomar cocacola. El argumento es bajarle a la voracidad y pensar un poco en el otro; sea el entorno, o los seres que en él habitan. Dejemos de ser zombies voraces, dejemos de competir para producir para unos cuantos, dejemos de consumir y produzcamos; distribuyamos. Dejemos de ser consumidores.
Creo que la discusión puede extenderse, por lo que me gustaría dejar algunas preguntas abiertas. ¿Hay posibilidad para la revolución de los zombies? ¿O más bien seguiremos anhelando el apocalipsis zombie mientras nos podrimos en una realidad que ya está en sí zombificada?