EL SIMULADOR DETERMINISTA.
Pensar que sólo lo inteligente, lo vivo o lo animado puede tener acceso a lo mental, me parece una reducción equivocada. En vez, creo que si el ser humano puede expresar inteligencia, o sentir calor o amor, es porque de alguna manera, todo nuestro universo tiene una dimensión mental. Me parece más fácil aceptar eso que pensar que somos únicos. Aceptando que nuestro universo es mental, podemos permitirnos suponer que la humanidad (o alguna civilización inteligente cualquiera, igual de hipotética que la premisa de lo mental) es capaz de desarrollar una, digamos, “súper computadora” capaz de mapear con precisión absoluta, no sólo la realidad física (lo cual implicaría, por ejemplo, el fin de conceptos como la entropía), sino también esa dimensión mental que para efectos de este experimento abstracto aceptamos de manera axiomática.
Un sistema como esa súper computadora sería capaz de modelar, es decir, traducir a su propio lenguaje, un ser humano completo; con todo y sus pensamientos, emociones y acciones. Eso ya implicaría un poder de procesamiento inmenso, incluso inconmensurable para nuestro entendimiento actual. Pero el simulador determinista necesitaría aún más poder de procesamiento. Dicho sistema tendría que ser capaz de mapear, no sólo a un ser humano, sino a toda la población de seres vivos. Además, tendría que ser capaz de mapear a todo lo no-vivo: datos como la temperatura que siente una roca durante un atardecer o el comportamiento de un virus. (Utilizo el verbo sentir a propósito y en el sentido más fenomenológico de la palabra). Dadas esas condiciones, el sistema simulador sería capaz de mapear nuestra realidad por completo.
El momento clave, la singularidad, es cuando se consolida el sistema en cuestión. En ese momento el simulador podría modelar, a manera de efecto dominó, una línea del tiempo partiendo de la verdad de su creación. Si bien esa línea del tiempo es simplemente un modelo, sería un modelo real y verdadero capaz de predecir el futuro y modelar alteraciones al pasado. Y si bien yo no podría viajar físicamente en el tiempo, el sistema necesariamente incluiría un modelo de mí mismo. Es más, el simulador podría modelar un yo a la edad de 27 años y mandarlo a la prehistoria. Sería así de libre. El simulador se convertiría así en un multiverso virtual en el que el sistema en sí sería una deidad y la civilización que lo creó sería una metadeidad.
Si bien un modelo que representa la realidad no es una máquina del tiempo en el sentido clásico, el experimento mental permite explorar posibilidades interesantes, como por ejemplo, ¿qué pasaría si la civilización que inventa esta máquina se encontrara con una situación cataclísmica inevitable y decidiera simplemente salvar la máquina? La línea del tiempo continuaría y el algoritmo podría excluir el evento cataclísmico. ¿Es posible que vivamos en una iteración de esa máquina? ¿Qué pasaría si somos parte de ese programa y de pronto el científico detrás decide que somos un modelo fallido? Esos son sólo algunos escenarios dentro de una miríada de posibilidades. La sección de comentarios está abierta.