Lejos de ser ciudadano del mundo
soy turista perpetuo, extranjero permanente,
sin adulterar y libre de impuestos,
fronteras y complejos.
En las mañanas exploro ciudades
con la mochila llena de los escombros
de la poesía ajena.
Y aunque la luz es perfecta, me niego
a capturar las imágenes con mi teléfono;
en vez las dejo en libertad y registro
el momento en mi memoria
con el blanco y negro del papel y pluma.
Lo guardo para desempacarlo
arrancando a puños
las páginas de mis intentos fallidos,
como si fueran pétalos de
margaritas literarias que viven en el
mesalenomesale;
caprichos aleatorios
del azar predeterminado.
El sol atronador ensordece mi cerebro,
que vive al día con apenas unas migajas
de palabras que se acurrucan
sobre el papel de mi voluntad,
y se convierten en un palimpsesto
que se queda pegado
en la comisura del alma.
(All just to efface and deface the phase)