Hoy fue la primera vez que tuve un sueño lúcido, o al menos semi-lúcido. Entre la sobredosis de Kraken y Perfect Sense (un menú muy británico), creo que me fui a dormir demasiado estimulado. Total que, creo que era alguien famoso, muy probablemente McGregor después de haber visto Perfect Sense, que se me acercó para decirme que no podía hacer algo. No terminó de plantear su sentencia cuando de pronto lo interrumpí diciendo algo así como “¡claro que puedo porque es un sueñoooo!”, mientras despegaba volando. El vuelo no era tan veloz o tan controlado como yo quería, y pensaba, aún con ese ímpetu, que esto era mi sueño y que quería ir más alto; más rápido. Pero no funcionó y perdí el control. Corte.
Ya más cerca de la mañana, y tal vez entre ruidos de despertador que sonaban muy en el fondo, me encontraba en una casa. Era una casa rara, laberíntica, y había alguien que me guiaba, que conocía la manera en que se doblaban los espacios y los mecanismos en ellos escondidos. Fue una secuencia extraña en la que un poco de angustia era elemento constante.