El autor como productor es un librillo que salió de una cátedra que dio Benjamin, y que antecede a su trabajo más famoso: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Según Benjamin, la calidad de una obra de arte se mide en la capacidad que ésta tiene para dar cuenta de los problemas técnicos que la historia de su oficio (aplicado a la sociedad) le plantea en general, y particularmente en el caso de una sociedad con tecnologías modernas, enfrentarlas a la inminencia de un cambio radical. O sea, aprende de tus errores y limitaciones y utiliza lo aprendido para cambiar tu oficio.
La obra necesita insertarse en el conjunto vivo de las relaciones sociales, mismas que están condicionadas por las relaciones de producción.
La técnica literaria existe para someter a la obra a un análisis social.
El lector está atado al periódico por su impaciencia cotidianamente ávida de nuevos alimentos. Este punto es particularmente interesante, ya que si bien él habla del periódico, hoy se puede extrapolar a todos los medios que nos rodean y ejercen control sobre nosotros: internet (y la plétora de redes sociales), televisión, etc. Además, hoy nos enfrentamos a una capacidad de atención disminuida por parte del público, aunque a cambio de eso tenemos más participación e interacción entre los autores y su público.
Dado que ser literariamente competente es un bien común, hay que refuncionalizar la práctica literaria para suprimir la oposición entre técnica y contenido y la diferencia entre autor y público.
En conclusión, creo que es evidente que la teoría es de güeba y que hay más crítica en el acto de romper la ventana de un Walmart que en teorizar sobre estas cosas. Aunque sí estoy de acuerdo en que todos deberíamos de leer y escribir más; al fin todos sabemos hacerlo.