En la época de la mercantilización
de los sentimientos
las emociones suelen no ser más
que harapos que usamos
a regañadientes.
Los limones ya no tienen huesos
y los gusanos se mudaron de manzana.
Somos pordioseros de una biología
urbana en la que grillos eléctricos
y ratas arúspice nos conocen
por lo que desechamos.
Somos descubiertos por lo que
sucede en nuestro entorno.
Somos un hoyo negro de facciones angulosas.