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Sueño 1

Hoy fue la primera vez que tuve un sueño lúcido, o al menos semi-lúcido. Entre la sobredosis de Kraken y Perfect Sense (un menú muy británico), creo que me fui a dormir demasiado estimulado. Total que, creo que era alguien famoso, muy probablemente McGregor después de haber visto Perfect Sense, que se me acercó para decirme que no podía hacer algo. No terminó de plantear su sentencia cuando de pronto lo interrumpí diciendo algo así como “¡claro que puedo porque es un sueñoooo!”, mientras despegaba volando.
El vuelo no era tan veloz o tan controlado como yo quería, y pensaba, aún con ese ímpetu, que esto era mi sueño y que quería ir más alto; más rápido. Pero no funcionó y perdí el control. Corte.

Ya más cerca de la mañana, y tal vez entre ruidos de despertador que sonaban muy en el fondo, me encontraba en una casa. Era una casa rara, laberíntica, y había alguien que me guiaba, que conocía la manera en que se doblaban los espacios y los mecanismos en ellos escondidos. Fue una secuencia extraña en la que un poco de angustia era elemento constante.

Turing

Desde hace un par de días que una idea en particular revolotea en mi cerebro. La cuestión es la inteligencia artificial. En particular, la idea de Turing.

La informática ha concentrado sus esfuerzos, en cuanto al desarrollo de la inteligencia artificial, en torno a un modelo que se aproxime a la “perfección” de las capacidades de la mente humana. Es decir, se quiere programar un autómata que sea indistinguible a un ser humano en una conversación dada. Pero la búsqueda de esa perfección es por definición inalcanzable por un ser humano. Así, el problema es querer imitar a la perfección algo que es esencialmente imperfecto.

La programación que pasaría la prueba de Turing tiene que ser imperfecta; tiene que vivir en un autómata que sea capaz de decir “no sé”, o que se equivoque “honestamente”, no porque esté programado para equivocarse. Tendría que ser capaz de decir “tengo frío” cuando hace calor, y proporcionar un argumento fenomenológico del orden de “siento la corriente por mi espalda, sé que hace calor, pero yo tengo frío.”

Movimiento perpetuo

No es que nuestro universo se haya creado, simplemente continuó con su ciclo normal. El big bang es la inevitable consecuencia del aburrimiento que ocasiona estar solo. El universo se siente solo porque se permite ser una sola cosa. Cuando se da cuenta de que no tiene porqué estar solo, resuelve que debe estallar. El universo se ha dado cuenta de que en su explosión está el dejar de ser una sola cosa para ser, en cambio, todas las cosas. La conciencia universal se reparte en sus componentes individuales y empieza una historia que terminará cuando el universo se entienda como uno de nuevo. Es entonces, cuando todo está en armonía, que el universo deja de comunicarse porque se aburre de hablar consigo mismo. Llega al cero absoluto. Entonces, se condensa en aquél átomo primordial que precede al big bang. Y la historia comienza de nuevo.

Lubricante

Íbamos en busca de un trago
para ahogar los silencios incómodos.
Pasábamos de bar en bar
sin saber dónde detenernos,
y hasta ese momento,
sin saber de la existencia de los silencios,
platicábamos como viejos amigos.

El dolor del ruido

Ayer soñé, lo cual es extraño porque al dormir,
mi cerebro suele caer en un estado de hibernación
por el efecto invernadero que acontece en mis pulmones;
coma inducido.

Fue grato ver a la diosa, que curiosamente traía puesta una playera que decía “el dolor del ruido”. Es raro como trabajan los sueños. La leyenda en la playera es extraña, sin embargo la amiga no identificada que la acompañaba traía una idéntica.
Con esa frase me levanté. Me levanté con el dolor del ruido.

Sociedad Amnesia

En nuestra sociedad se ha perdido el sentido de la realidad. Vivimos una realidad fragmentada, desgarrada y esquizofrénica. En pocas palabras, vivimos sin vivir. Como decía Juana de Asbaje pero en plural; vivimos sin vivir en nosotros ni para nosotros. Vivimos de y para lo ajeno. Nuestros conceptos de valor, de propiedad y de calidad de vida se han desvirtuado a niveles tales que ya no somos seres humanos; ya no somos una especie. Esto se lo debemos al capitalismo y su apoteosis de la individualidad.