Salgo de vacaciones al taller de Sandra.
He ido tanto a la playa,
como al mar de anticongelante.
Así, gran parte del viaje ha sido
interrumpido por las falsas alarmas.
Faros rotos por nadie
están más bien, fuera de lugar;
pedidos no hechos, o tal vez mala suerte…
Pero no me quejo,
pues al igual que el taller,
no dejo de trabajar;
bien o mal, pero trabajar.
Y sin embargo vivo de vacaciones.
Estoy aquí, en el taller de Sandra
describiendo un día cualquiera
en la desfortuna de una persona normal
que trabaja en todas partes
viviendo de vacaciones.
Hoy mi oficina es el asiento trasero
de una camioneta.
Desmontado y al raz del suelo,
está cubierto de grasa.
Nada importa porque hoy,
este es mi trabajo.
Lo acepto con gusto.
Además disfruto del paisaje,
compuesto por unas baterías
y fierros que podrían servir,
tal vez,
pero que viven en un bote etiquetado como
IN (medio logo)
ORGANICA.
Estos son mis compañeros de trabajo
y me caen bien.
Un ladrillo me interpela
pero estoy ocupado y lo ignoro.
Luego me pregunto cuánto aceite se ha bebido,
y si algún día,
cuando lo que somos hoy ya no esté aquí,
se convertirá en diamante.