Aún no me explico cómo pasó. Cuando volví en mí, tenía una flecha en la garganta. Él, digo. Y vaya, tampoco es que no me lo explique: él dijo algo y yo lo escuché; fui por el arco, tomé una flecha, le cambié la punta y luego puse esa flecha en su garganta. La explicación del hecho es hasta eso simple.
Lo que no me explico es porqué reaccioné así. Nunca voy a olvidar su cara de sorpresa mientras se desangraba, ni el movimiento de su boca atragantada.