Amaneceres

me dio la espalda y sobre
ella escupí unas letras que
al secar se convirtieron
en nota al pie de una
fugaz página en el
libro de mi vida

después de dos días
me bajo de su vida
y echado en el colchón
de la catarsis entiendo
que no soy yo

December Blues

Hoy es el exilio de las musas,
que es cuando lleno los pulmones
del silencio incómodo hecho palabra
con el humo de la indiferencia.

Mientras escribo servilletas
pienso que la vida es un
palimpsesto de experiencias vicarias.

Hoy escribo sobre mi incapacidad para escribir
sobre lo que quiero y divago
sobre la poesía de funciones trigonométricas

de formas amorfas y fas d’amour
more fas and
fai more amore.

Migrando

En geografías ajenas
desempolvo la física del no
con la delicadeza de la brocha de un arqueólogo
especialista en el acceso impedido.

Me tomo un coctel olfativo de basura hecha partícula,
polvo añejo que se pasea con un ritmo melalcohólico
y me congela hasta el cero absoluto de la voluntad:
imposibilidad de libertad y tiempo muerto.

Tal vez por eso no me atrevo a tocarte con el filo de mis dientes
y en vez descoso el vestido de tu noche con la tijera de mis pasos.

Te vi pasar

Si fueras más hermosa
serías una diosa.
O tal vez lo eres y mis
pupilas se incendiarán
al terminar este verso.

Sin derecho a ese
terso cuerpo parpadeo
ante un ángel migrante
que hace escala en la
tortura de mi deseo.

En el plato de tu culo
me comería las sobras
del amor que te
niegas a servirme.

Olvido

Voy a no-pensar en ti
a no-desearte
a no-amarte

Voy a hacer de tu existencia
un happening del NO

El NO que es un
círculo vicioso
incipiente con tu NO
No me queda más que
olvidar que existen
momentos de no-teolvido.

El diario

Si uno lleva un diario y en algún momento se le ocurre algo que debería ser incluido en el mismo, pero que termina no registrando por pena a que algún día un violador de diarios hipotético lea dicha entrada, ¿está entonces uno traicionando a su diario?

Primitivo

Te llevo en el brazo derecho mientras camino en tres patas. Estamos desnudos y tus talones tocan el suelo ocasionalmente. Tu abdomen está tenso. Tiene que estarlo, de otra forma perderíamos el equilibrio. ¿Qué equilibrio? Todo el equilibrio. Estamos enamorados, ¿te acuerdas? Mi brazo derecho rodea tu cintura y si aflojas el abdomen, el peso de tu cabeza haría que fuese esa parte, en vez de tus talones, la que toca el suelo.

Estamos desnudos, tu abdomen tenso, tus piernas discretamente abiertas, las mías más. Ambos manteniendo el balance de este móvil humano en el que nos hemos convertido. No pienso en sexo pero la tengo parada; muy tiesa. No pienso en sexo pero a ratos detengo la inexorable marcha hacia ningún lugar en particular para besarte. Tú no piensas en sexo pero tu vagina siente el rose de mi pito. Ellos se entienden. Todos entendemos pero no pensamos en sexo.

El contacto y el roce son naturales. No te fuerzo hacia mi pito ni tu abres las piernas. Sólo ese roce seco y natural producto de este movimiento instintivamente correcto.

De pronto un bache, algo ajeno, parte del camino. Sin quererlo, instintivamente; como si nuestras intimidades se hubieran anticipado al defecto en la brecha, mi pene se sumerge en la delicia de tu vagina. No sé si pierdo el control o lo cedo voluntariamente, pero en ese momento, todo empieza a girar en torno a nuestras partes que se hablan en un lenguaje que tú y yo no entendemos pero que disfrutamos. Somos una obra de arte.

Más roce, más humedad, y de manera igualmente natural, mi cabeza nada en tu alberca. Nomás la puntita, digo. Reímos. Te beso. Mi brazo de pronto se cansa. Como si después de días enteros de llevarte cargando, de pronto mi brazo decidiera descansar en ese instante. Entonces caemos abrazados. En ese caer, tan natural, te la meto hasta el fondo; con todo y güebos, como se diría vulgarmente. Pero esto no es vulgar, es orgánico, natural, rico y perfecto. Es hermoso y cogemos hasta venirnos el uno en el otro.