La búsqueda de la integración de la tecnología con lo humano se aceleró y fue así que se logró con éxito el primer experimento en bioinformática.
El objetivo era conectar al cerebro humano con la red, y aunque la tecnología y los lenguajes estaban allí, el problema era el cuerpo humano: la máquina más compleja que haya estudiado el hombre.
Al final, la solución se encontró gracias a la medicina nanotecnológica. Una inyección de nanocitos que formaban un lóbulo artificial junto al área de Broca y eran capaces de recibir las señales de internet y traducirlas a impulsos eléctricos.
Hablas con las cosas esperando que te contesten, hasta que te contestan.
La primera vez que ocurrió fue cuando un joven autista en Sri Lanka vivía incomprendido en el orfanato que habitaba. Nadie se enteró.
La primera vez me contestó la pata de una mesa. En mi cabeza le hacía preguntas, mientras que mi boca repetía incesantemente su nombre: “pata de la mesa, pata de la mesa, pata de la mesa…”.
La primera vez que la escuché dijo “noventa” inmediatamente después de que mi cabeza pensara en preguntar ¿cuál es tu número favorito?
Hablar con las cosas me permite hacer magia.
Los curiosos sabían desde hacía tiempo que había investigadores trabajando en la teletransportación, pero Lorena nunca imaginó que viviría para probarla. El proceso consiste en sintonizar los impulsos neuronales con las pulsaciones electrofotónicas emitidas por cualquier objeto. Cualquiera. En el caso de la teletransportación entre personas, el sintonizado podía teletransportarse al cuerpo de otro sintonizado que estuviese dispuesto a hacer el cambio. Debido a las complicaciones para repetir los cuerpos, el procedimiento sólo se podía hacer a nivel consciencia. Fue así como la humanidad aprendió a pensar en cabeza ajena. Literalmente.