Todo

Yo soy tú, soy él, ella, esa y eso.
Aquello y todos sus parientes también.
Soy nosotros, ustedes y ellos,
aquellos y todos.
Todas, Todo y Toda y to y t y Somos.

Pobreza

Son cosas viejas,
¿qué son mis cosas?
Nada es mis cosas,
nada es tus cosas.
Tus cosas son nada,
las cosas son nada
y nada no sabe nadar.
Todo sabe no dar. Cosificar.

No se da lo que no se tiene ni lo que se tiene.
Nadie tiene, todos no tienen
y todo se detiene.

Tengo un diagrama

Pretende explicar cómo las cosas hablan con todo.
Con todos.

No se trata de escuchar o de entender,
sino de percibir y sentir, y expresar.

A veces siento que las cosas me hablan
y me frustro al no entender.

Robo fuerzas del diagrama,
y recuerdo que
el lenguaje es estético:
no hay mensaje definido.

El lenguaje del arte comunica experiencias,
no mensajes.
Insensato, rico en percepción y expresión
pero que no se habla.
Son las matemáticas que
hablan y ordenan.

Mechdream

Lo soñé ayer hay y aún hay algo que no puedo olvidar: ya casi antes de despertar era un fórmula 1. Los ingenieros me decían que me iban a inyectar aceite caliente y yo tenía miedo. Intentaba moverme, pero no podía. De pronto se abre la toma y pasa de estar dentro del coche hacia fuera. Es entonces cuando caigo en cuenta de que soy un coche. La parte de adentro era la parte que “pensaba”; no sé si era una computadora o una simple barra, pero algo había adentro que pensaba. En ese momento me pregunté justamente eso: ¿cómo es que un coche siente y piensa? Y entendí que tenía que ver con mis ideas filosóficas, esas a las que en su conjunto llamo mi cosmogonía. No es que hubiera algo que pensara, sino que el yo era el conjunto de piezas y componentes. Podía entender los frenos o la suspensión y podía pensar desde su punto de vista. Podía entenderlo todo desde el punto de vista del coche.
Dentro de las adiciones que es común hacer en la vigilia cuando se trata de reconstruir un sueño, pensé que podía tal vez pensar en un programa estilo “total recall”, en el que la experiencia de pista era completa: uno era coche, ingeniero, llanta, muro de contención, y la pista misma. Todo desde el punto de vista fenomenológico. Sería tal vez, algo que pasó de ser un programa militar, a un programa recreativo; un poco como internet.

Llévelo (ejercicio)

Transcripción de la primera entrevista con el paciente 2505. El paciente llegó con un cuadro psicótico ocasionado por estrés.

Mi rezo es el “…te incluye lo que viene siendo…”, está bueno ese… Estoy un poco nervioso… ¿ya empezamos? –sí, ya. –Y entonces ¿qué, les cuento de mi…? –Sí, sí, como habíamos dicho, cuéntame de un día normal en tu vida.

Ah pues sí mira, yo vivo en las afueras del DF. Diario me levanto a las cinco para llagar al metro a las siete o siete y media. En el trayecto voy pensando en cuánta lana tengo que sacar para… pues para salir del pedo. El chiste es no pensar en todo eso que de todos modos vas a terminar haciendo, así que no pienso en la chamba sino en la lana.

Cuando llego a la estación más cercana, que está a hora y media de mi casa, checo que todo esté en orden con la máquina, conecto la bocina y pues me pierdo en los ríos de gente.

Yo me dedico a cazar los vagones más lleno, voy cazando a la gente que me puede comprar, y siempre pensando en la lana que dije que iba a ganar ese día.

¿El ruido? ¡No pos el ruido es lo que me da de comer! Y sí cala, no te voy a decir que no, pero cuando la bocina está a todo lo que da, se siente rico en la espalda. el pedo es que hace mucho calor; en días de mucho calor no se puede andar más de dos horas. Se marea uno. Otra cosa gacha es el estar repitiendo lo mismo a toda hora. Pero pues al fin, a todo se acostumbra uno ¿no? Después de un rato se vuelve automático. Yo ya tengo la suficiente práctica como para echar mi choro, mientras que veo quién va a comprar, cómo me le voy a acercar, y hasta me da tiempo de ver esas piernitas, ¿a poco no?

Ps si ver no cuesta nada… y oír tampoco pal caso.

¿Sabes qué también se extraña? El solecito. Llego de noche a la estación, salgo de noche y paso todo el día en el túnel. Casi siempre me aguanto el hambre hasta que llevo juntado la mitad de lo que había pensado en la mañana. Cuando lo logro, me salgo a comer afuera, de preferencia en alguna estación que tenga parque, o algún lugar así para sentarse y pues… ver el día ¿no? Porque está medio difícil viviendo de noche. Y sí, no se crea, los ojos y la piel lo extrañan al sol.

Pero sí, no, eh, ahora que lo pienso, el ruidero y la repetición de lo mismo son de lo que menos me preocupa, al chile pos es mi chamba ¿no? La neta. Me preocupa más que el que quema los discos nos vuelva a subir el precio; o que a los gandallas del barrio (porque eso sí, ahí la tira no se mete, pa que veas), que a los gandallas se les ocurra querer sacarnos más lana quesque para protección… ¿no?… sí no, al chile mi chamba es lo que menos me preocupa. Es una vida honesta que podría hacer hasta sordo. Eso sí, se camina un chingo…

Tres pensamientos sobre Japón

1. Orden y respeto.

2. La belleza de la mujer japonesa comienza en extremidades que terminan en puntas que son como granos de arroz.

3. Después de veinte días, uno puede creerse conocedor de todo lo relacionado con las tejas. Eso hasta que de camino al aeropuerto, uno se ve sorprendido por la majestuosa y elusiva teja roja.

Endoshima

La gente de Endoshima es muy simpática y amigable. La isla tiene tres puertos, pero a manera de broma y como bienvenida a los visitantes, todos son idénticos. Con esto me refiero al trazado de las calles, la forma del puerto, las tiendas y comercios. Endoshima es la ciudad de los tres puertos iguales.
El visitante sale, toma una bici y se pierde todo el día. Al regresar ya no está seguro de si está en el puerto correcto. Un dato curioso es que, todos los boletos están programados para depender de los horarios dictados por su puerto de entrada, y cada puerto está tan lejos como para hacer imposible rectificar un error. Además, hay un transporte al día. Total que había un 80% de probabilidad de que en la confusión, el visitante confundiera el puerto. La mayoría optaba por quedarse la noche. Y la gente de ese puerto hacía fiesta. Pagaban media noche y al día siguiente saldrían al siguiente puerto. Si se equivocaban de nuevo, pagaban una tercera parte. Se ve regatear.

Endoshima es famosa por vivir de fiesta, y es que cada día hay al menos un nuevo visitante. La mayoría decide quedarse a vivir después de la quinta noche. Endoshima aún es una ciudad joven, pero crece rápidamente. Las únicas reglas son orden y respeto… y fiesta.

El dragón de agua

Aoka, 700 dc.

Aoka era un territorio seco y su pueblo era muy pobre. Tenía además un problema circular: como era una región pobre y árida, la mayoría de su gente joven abandonaba Aoka tan pronto les era posible, entonces no contaba con los recursos humanos para rehabilitarse, por lo que seguía árida y pobre. La situación era triste.

Cuando Esu Binai tuvo la oportunidad de salir de Aoka, lo invadió un sentimiento de incompletitud y se dio cuenta de que en realidad, no era un adulto. Era un hombre, sí, pero sus ambiciones eran muy diferentes a las del resto de su generación. Sus placeres eran simples. Había dos cosas que disfrutaba por encima de todo: caminar, y la jardinería; tal vez fuera por eso que la situación de Aoka pesaba tanto sobre él.

Y no era que no tuviera oportunidades, después de todo, le habían ofrecido ser el jefe de jardinería del monasterio en Oshika, cerca de ahí. Cuando le hicieron la invitación formal sintió que algo no cuadraba, como si Aoka misma le pidiera que se quedase. Cortésmente, rechazó.

El día promedio de Esu Binai, consistía en hacer un recorrido en espiral, partiendo desde el centro del pueblo, para llevar agua a las pocas áreas verdes que había en Aoka. En uno de esos días, ya cuando se acercaba a los límites del pueblo, encontró una lagartija verdiazul que le llamó mucho la atención. Nunca antes había visto una parecida, a pesar de que se la vivía observando atentamente a la naturaleza.

A partir de aquél día, siguió encontrándose a la lagartija con una periodicidad que no tenía un patrón aparente. En realidad sí había un patrón, pero el hecho de que él no lo encontrara, no significaba que no lo hubiera. De hecho, no sólo existía, sino que además estaba escondido en la figura que trazaba al elegir sus rutas.

Después de haberla visto por primera vez, se la encontró al día siguiente. Luego pasaron dos días antes de que se la volviera a encontrar, después hubo un intervalo de tres días. Esu supuso que así iba a seguir, pero luego el intervalo brincó de tres, a cinco días, y luego pasaron ocho días entre un avistamiento y otro. De pronto él se sintió angustiado. Disfrutaba de ver a la lagartija y le llamaba la atención cómo la lagartija lo observaba.

Cuando pasaron trece días desde la última vez que la había visto, se la encontró en las afueras del pueblo, justo después de haber terminado de regar. Se acercó con cautela y se sentó junto a ella. Así permanecieron un rato: él en silencio, y ella inmóvil. Al cabo de algunos minutos, en los que el tiempo pareció congelarse porque no se sentía viento ni se podía percibir movimiento alguno, Esu comenzó a hablar con soltura.

“Parece que nos hemos estado siguiendo, pero esta vez ha pasado mucho tiempo y me inquieta pensar que tal vez llegue un momento en el que no nos volveremos a ver. Y entonces ya no estoy seguro de quién sigue a quién”. Hubo otro momento de silencio, y cuando estuvo a punto de hablar de nuevo, la lagartija interrumpió su pensamiento.

“Creo que saber quién sigue a quién, es irrelevante, sin embargo, no puedo evitar percibir algunas inquietudes que te impiden sentirte a gusto”, escuchó dentro de su cabeza. “Pero tienes razón en algo: tu movimiento es lo que ha determinado la temporalidad entre nuestros encuentros, y aunque esto puede cambiar, el curso que llevábamos antes de tener esta conversación, era definitivamente divergente”, continuó. “Verás, yo soy el guardián de esta zona, y veo que la tierra y el entorno están en armonía con su asentamiento humano, y sin embargo a diario percibo en algún momento que ustedes no están cómodos. Así que, dime lo que sea que tengas que decirme al respecto.”

“Nuestro pueblo sólo tiene un problema, y es que no hay agua. No hay agua y por esa razón todo mundo se muda de aquí en cuanto le es posible. Eso es lo único que me entristece, y creo que es algo que preocupa a toda la población de Aoka,” explicó Esu sorprendido.

El guardián simplemente se limitó a decir, con una risa que siseaba, “Agua, por supuesto, nunca lo hubiera adivinado. Asumí que, dada la astucia de su especie, serían capaces de encontrar los ríos subterráneos. Ahora me doy cuenta de que no es así. En fin, con eso sí que les puedo ayudar. Mañana te ayudaré a encontrar un gran río subterráneo no muy lejos de aquí y con el que se podrá abastecer a la población. Cuando te lo muestre, todos serán capaces de verlo, por lo que no será difícil convencerlos de cambiarse de lugar.”

En cuanto terminó de hablar, el guardián despegó rápidamente. Dada su velocidad, Esu pensó que lo perdería de vista en cuestión de segundos, sin embargo el tamaño de la lagartija se mantuvo hasta que él la vio enroscarse alrededor de una nube que descansaba sobre una montaña que estaba a diez días de camino. En ese momento, Esu entendió que su tamaño había aumentado en proporción a la velocidad que llevaba, y a la distancia que lo separaba de Aoka. Esto le dio la seguridad de que lo que el dragón decía era verdad.

Al día siguiente, el dragón trazó el curso del río subterráneo con su cuerpo, y todo el pueblo pudo ver dónde estaba el agua. Tal y como había dicho, Esu no tuvo problemas para convencerlos.

Así nació Shinaoka, que fue el primero de los nuevos pueblos. Lo curioso es que el primero de los pueblos nuevos no era un pueblo nuevo, sino el original. Es decir, Shinaoka es más vieja que Aoka misma, pues ésta última fue fundada de nuevo cuando la expansión de Shinaoka alcanzó el antiguo territorio seco que ahora podía irrigarse gracias a la gente y el buen manejo de los recursos.

Perdido en Kyoto

Hoy me la aplicó. Pese a los paraguas, bajamos empapados del templo de Innari (el zorro). Para ella, caminar con los pies mojados es una tortura, así que se discutió la opción de que ella se guardara, pero nunca se tomó una decisión concreta.

De pronto llegamos a una parada, y de la nada, me dijo que se bajaba, me dio el mapa y se fue. Cuando llegué a la última parada de esa ruta, me di cuenta de que no sabía dónde estaba el mercado. No pasa nada, pensé, y decidí emprender el viaje de regreso a donde nos estábamos quedando. El problema, luego caí en cuenta, fue que tampoco sabía dónde estaba el hostal. Tiempo más tarde llegué al hostal equivocado; la probabilidad era de 50% y perdí el volado.
Fue así como pasó. Asumí que el templo que había visto la noche anterior cerca del hostal, era uno que en realidad no era el que yo creía. Claro, era de noche, en Kyoto (que está lleno de templos), y yo iba guiado por pura memoria. Y bueno, terminé cerca de la universidad. Mientras caminaba intercepté una conversación en inglés, pregunté por el hostal, y llegué… al hostal equivocado.

Ahí me conecté, pero al no obtener respuesta inmediata, pedí que llamaran al único otro hostal de la cadena en Kyoto para ver si había un mexicano (o sea yo) registrado. Como era de esperarse, resultó que sí había un mexicano registrado. El encargado me dio direcciones y después de unas 10 horas, llegué a territorio conocido. Tenía hambre, así que decidí comer, de lo contrario me comería a quien me había abandonado. Me tomé una cerveza mientras veía cómo me preparaban el mejor okonomiyaki que me he comido, y concluí que la vida es bella incluso cuando estás cansado y tienes los pies mojados.