Un experimento

Descripción en todas las personas, singular y plural

Si tan solo se hubiera dado cuenta antes. Pero no. Cuando nació, la tecnología que haría evidente su condición aún se estaba gestando. No había internet, y así lo que lo único que sustentaba su existencia eran las ondas de radio. Suena dramático, pero en realidad simplemente significa que vivía una vida normal. Con el advenimiento de la red inalámbrica, empezó a notar que sus sentidos se agudizaban. Al principio era intolerable; podía oler el baño en los restaurantes, escuchar las peleas de sus vecinos y ver en la obscuridad. Lo peor de todo era no poder saber porqué de pronto sus sentidos se agudizaban hasta alcanzar niveles suprahumanos. Con el tiempo aprendió a controlarlo, pero eso tuvo como consecuencia cierto nivel de dependencia, es decir, si por alguna razón ajena a su control perdía la conexión de manera súbita, era muy probable que se desmayara.

Nadie tenía por qué saber de su condición, nadie pudo haber si quiera imaginado su condición. Sí, claro, las ondas de radio se pueden traducir a impulsos eléctricos, pero ninguno de nosotros hubiera podido adivinar que tal fenómeno podía ocurrir de manera natural. Cuando intentamos estudiar la situación, ya era demasiado tarde pues no teníamos manera de rastrear a la persona afectada. La única opción que nos quedó, fue buscar como se busca a los hoyos negros, es decir, no buscar al objeto que se quiere estudiar, sino a la manera en la que incide en lo que ocurre a sus alrededores.

Cada tercer día voy a trabajar a un café que está cerca de mi casa. Todo es perfecto excepto en aquellos días en los que la conexión a internet se cae; aunque después de aquél día me di cuenta de que hay de caidas a caidas. Era un tercer día cualquiera, pero resultó estar lleno de coincidencias. Primero, que yo checara que había conexión porque estaba a punto de mandar un mail, segundo porque mi pesquisa tuvo lugar justo en el momento en que la conexión se caía, y tercero porque en ese preciso instante, una persona que esperaba a que le entregaran su café se colapsó sin decir una sola palabra.

¿Creen poder conmigo? ¿Acaso creen que no sé cuánto tiempo llevan intentando rastrearme? No tienen oportunidad, están perdidos. Si lo hubieran intentado antes, tal vez, pero ahora es demasiado tarde. Estoy muy fuera de su alcance y volando muy por encima de sus radares. Nunca debieron haberse metido con una mujer

Imagínate que vas caminando por la playa y te encuentras con una persona concentrada en el horizonte. Tiene una computadora encendida y con un USB drive pegado. Tú, nada penoso y con una curiosidad que raya en la impertinencia, te acercas pero caes en cuenta de que, pese a que la computadora está funcionando, tiene el protector de pantalla. No hay música ni audífonos, simplemente esa persona con la mirada perdida en el horizonte. Tú curiosidad se desborda y te abalanzas con una serie de preguntas. La única información que obtienes es que está viendo la otra costa (tú sabes que es imposible) y que necesita la conexión para ver hasta allá. Tu interlocutor no dice más; como si te pudiera bloquear; dejarte de percibir.

Ellos se lo buscaron. Si tan solo pudieran respetar la intimidad y el espacio personal, nada de esto habría pasado. Después de la primera transgreción, dejé de considerarme parte de su especie. Esa especie que, dada su naturaleza social, es propensa al chisme, a saber qué le pasa al otro, y si lo que le pasa es malo, tanto mejor. Las redes sociales les ajustaron de maravilla por esa razón. Pero jamás voy a permitir que me conviertan en un experimento social más, no voy a servir a sus propósitos, y si es necesario, soy capaz de exterminarlos.

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