INTRO GUIÓN
Lo vemos sentado trabajando, una corriente de viento se cuela por la ventana y crea distancia entre él y el lápiz que quiere alcanzar. No aparta la mirada del papel sobre el cual plasma las ideas que fluyen como río. Para él ya es natural tener todo a su alcance. Cuando extiende el brazo y abre la mano para tomar el objeto que necesitaba, se sorprende al no encontrarlo, pero no repara en ello. En cuanto hizo el movimiento y pensó en dicho objeto como sujeto, éste regresa a la posición original; al alcance de su mano.
Todo está en entender el balance, no es necesario pensar en la velocidad del viento ni se requiere de mucha concentración. Es algo que sucede de manera natural entre todos los sujetos que comparten el espacio en un tiempo determinado. El truco es, entender a todo aquello que comparte nuestro espacio en ese tiempo determinado, como un sujeto. De ahí sigue que en el espacio-tiempo no hay objetos y sujetos, sino únicamente sujetos.
Cuando él pensó en el lápiz, éste escuchó su pensamiento y reaccionó de acuerdo a él; no por obligación, sino porque el lápiz conoce su función, veía en la persona una vía para cumplir su función, y además recordaba su posición original.
Sobre el balance.
El balance vive entre el movimiento y el tiempo. Newton tenía una buena idea en su tercera ley, pero esto va mucho más allá. Se explica mejor con el ejemplo en el que la voluntad del lápiz reacciona a la voluntad de quien lo utiliza para que desempeñe su función: en el ejemplo, todo comienza porque la voluntad del viento mueve al lápiz (que por cierto no se opone), pero a la vez, el lápiz tenía una posición determinada en función de quien lo utiliza para escribir. El problema aquí, es un problema de aritmética de voluntades. La voluntad de quien quiere escribir, más la voluntad de quien escribe (o sea el lápiz), menos la voluntad del viento igual a telekinesis.