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Japonés

El taller de caligrafía
Rolar con alguien local, diferencia al viajero del turista. Si además el destino presenta una barrera lingüística infranqueable, dicha persona se vuelve imprescindible. En el caso Japón, el viaje y mi guía, quien no sólo es japonesa, sino también lingüista, me ayudaron a darme cuenta de algunos datos interesantes sobre el lenguaje. Aunque hay mucho más que decir respecto al japonés, en este post hablaré de mi experiencia en términos de fonética y significado. En particular, me interesan las posibilidades que ofrece la traducción de algo tan simple como un nombre propio, que si bien en la mayoría de los casos no es traducible, en el japonés se puede traducir a través de esos dos caminos: fonético, o por significado.

A continuación, el día en que conocí a su abuela calígrafa. 
Conocer a la Sra. Tokumasu era uno de los objetivos principales del viaje a Japón, y aunque nunca lo dije en voz alta, sabía que mi guía cumpliría ese deseo, porque tiene el súper poder de leer mi mente. Y así pasó.

En uno de mis cuadernos yo llevaba el sello que un tío me regaló. Era un sello que mandó a hacer en Japón, y que se suponía que era mi nombre: Pe-do-ro. Con eso comenzó el análisis y la clase de caligrafía. Estuvimos un rato tratando de descifrar el sello, pero hubo una letra que no se dejó: la letra fantasma, como dijo la Sra. Tokumasu. Además, yo tenía la inquietud de descifrar otro nombre, pues su terminación fonética era la palabra para “nombre”, coincidencia que me parecía por de más interesante. Fue por eso que pregunté sobre el kanji para “espina” (togue en japonés), como para dar una pista de hacia dónde iban mis intereses. En ese momento me entró la duda sobre esta cuestión de traducción fonética o por significado. Es decir, no estaba seguro si me interesaba la palabra “espina” como sucesión de fonemas, o por su significado.

Dado que el significado es trivial y ya tiene un kanji, decidimos hacerlo fonéticamente, pues con cada fonema se puede escoger una letra con un significado en sí mismo, lo que convierte a una sola palabra en un poema que nace de la fonética de la palabra en cuestión.

Después de una hora de investigación, la Sra. Tokumasu dice “nunca había visto esta letra”, refiriéndose a la letra “peiyi”, que era la que quería usar para el sonido “pe” o “pi”. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que antes solamente podía intuir sobre la riqueza del japonés.

Hasta donde entendí, en el japonés hay 3 niveles: el fonético, adaptado al alfabeto; el que traduce eso a letras japonesas que son sonidos, aún; y el nivel de los kanjis, que es donde se encuentra la abstracción. Es decir, en el tercer nivel es un lenguaje más complejo, pues a un sólo sonido, se le pueden asignar varias letras que son gráficamente distintas y que por lo tanto, tienen un significado diferente. Creo que eso es lo importante: que sin importar cuál sea mi nombre verdadero, a la hora de analizarlo y escoger bien las letras (mi guía se encargó de reducir la búsqueda a unas cuántas opciones para cada sílaba), se puede construir, no sólo una palabra, sino una cadena de significados que hacen referencia a la palabra en función de cómo será usada. Esto le da otra dimensión al lenguaje, lo enriquece y lo hace más complejo por el bien de un fin estético. Después de más de 10 años de búsqueda, mi nombre verdadero es

恵 素 美 名 (lo que nombra la felicidad es la belleza simple).

Francis Bacon en Tokio

Nada como ver la obra de un artista que te interesa, en vivo. Simplemente no hay información que te pueda preparar para la experiencia uno-a-uno.

En el National Museum of Modern Art, tuve la suerte de encontrar una exposición de Bacon. Bueno, más bien fui al museo porque tenían esta exposición. La única expectativa que tenía, era que tuvieran aunque fuera una referencia (si no la obra en sí) de su cuadro: Study after Velázquez’s Portrait of Pope Innocent X. Fue por eso que al entrar, eché un vistazo rápido para tratar de encontrar la obra que por desgracia, no estaba. Sin embargo me di cuenta de que definitivamente había trabajo por hacer, pues esa estética que tanto me llama la atención, estaba presente en muchos de los cuadros de esta exposición que fue curada con esa atención al detalle que caracteriza a la sociedad japonesa.

Esto es un ejercicio para tratar de entender cuánto trabajo invirtió Bacon, antes de completar la obra en cuestión a partir de la obra mostrada en esta exhibición.

Según lo que veo, todo comienza en 1949 con el Study for Portrait. Es simple, pero la estética ya es evidente: un hombre sentado, las manos tensas sobre los descansa-brazos y la boca abierta; no necesariamente un grito audible, como el que se ve en el retrato del papa, pero tal vez un grito mudo o la simulación de un grito. Esta figura vive en una especie de cubo transparente que podría ser el ensayo de la jaula que encierra el papa.
 En 1953 hace un pequeño (40 X 60) estudio titulado Study for the Head of a Screaming Pope y es como ver un acercamiento de la obra que quería ver. Es curioso que incluso en una pieza tan pequeña, Bacon recurre de nuevo a la prisión de cristal.

1953 es el año del papa; es decir, es el año en el que pinta la obra pero además, pinta otros dos estudios que supongo que precedieron al Study after Velázquez’s Portrait of Pope Innocent X. El primero repite la jaula de cristal, pero el hombre que contiene es inexpresivo, lo único que existe es la intención de movimiento, como si estuviese a punto de levantarse. El segundo estudio juega con la figura pontificia y es un experimento cromático, como una prueba para ver cómo funcionan los colores.

Si bien el tema cambia, la estética persiste hasta 1961, aunque supongo que la etapa de fijación termina en 1955 con Figure Seated (The Cardinal). La falta de labios es terrorífica; tal vez más aún que en la composición de Study after Velázquez’s Portrait of Pope Innocent X (que es lo que más me llamó la atención en primera instancia). El miedo, o la habilidad para plasmarlo, son lo que hacen del cuadro uno de mis favoritos, y en el estudio de 1955 se nota que Bacon ha dominado la técnica para comunicar ese sentimiento. Y sin embargo se nota que ya está aburrido, pues el resto del cuadro es una caricatura: las piernas estiradas caben por completo en la silla; como si la silla fuera muy grande o el hombre muy pequeño, como las proporciones ya no fueran importantes y como mostrando que está listo para dar el paso hacia una nueva fase estética.

El continuo comunicativo

Aún tengo que trabajar mucho sobre esta idea, pero igual ahí tá.
Puede sonar trillado, pero todo está conectado. Es otra manera de explicar otra idea trillada: que somos una sola cosa. Si bien es fácil entender la idea (como tal; a nivel mental), el argumento que pretendo hacer se extiende hasta el terreno de la física.

He tenido este tipo de ideas desde hace nueve años, pero siguen apareciendo en distintas formas. Este fragmento, por ejemplo, surge después de haber leído un artículo en Wired sobre cómo era posible hacer que una rata de laboratorio moviera la cola con sólo pensarlo, y sin intervención quirúrgica.

Suponiendo que todo se origina por un(os) impulso(s) eléctrico(s) en el cerebro, hay dos maneras en que la comunicación puede ocurrir. Si lo que se quiere manipular es el cuerpo propio, como por ejemplo detener una temblorina, el cerebro manda la señal a través del nervio más cercano pero a partir de ahí, ¿cómo llega a la mano o al párpado? Según yo la información se debe ir pasando a través de las células, tejidos o incluso la sangre. La cosa se complica cuando se quiere actuar sobre agentes externos, pero el método es el mismo: impulso que se propaga a través del cráneo, luego a la piel que está en contacto con; digamos, el aire, y luego esa información que ya dejó nuestro cuerpo se va pasando de molécula a molécula hasta llegar al objetivo.

En el artículo hablan de una brain-to-computer interphase, pero yo más bien creo que el cerebro es la interfaz, y que, a través de esa interfaz podemos ser capaces de incidir en el continuo comunicativo.

Buena noche

Todo al respecto fue una delicia. Desde el hecho que, ante su ignorancia (él creía que era su amiga la que quería con él), ella se le acercara mientras iba por una cerveza. Lo alcanzó en el refrigerador mientras él seguía agachado, y ella no tuvo que hacer más que rozar su hombro con su muslo. El resto fue automático. Él se levantó para que ella quedara frente a él mientras ella se agachaba para buscar una cerveza y aprovechar para hacerle sentir sus nalgas. Ella volteó para sonreírle aún inclinada mientras se elevaba lista para verle la cara de idiota; o al menos eso esperaba. Pero él mantuvo la calma, y pese a un par de tropiezos de lengua que cualquiera hubiera achacado al alcohol, inició bien la conversación. La manera en la que él reaccionó, le pareció interesante; algo había en su manera de hablar.

Al poco tiempo se estaban besando afuera de la fiesta. El amigo con el que él había llegado salió un momento; no esperaba verlos besándose. No después de que le había dicho que ella le gustaba.

Más besos y luego de regreso a la fiesta. A ser sociales. Pero coqueteaban como si estuvieran en la secundaria y se toqueteaban mientras tenían una conversación anodina con sus compañeros de trabajo. Todos muy profesionales, pero mientras ella platicaba con su jefe, él se aferraba a su nalga como si pendiera de un precipicio al tiempo que balanceaba una cerveza. Todo mientras los dos sonreían y asentían discretamente; todo mientras socializaban.
La fiesta estaba destinada a terminar, pero se estaban divirtiendo. Era una cosa animal en el sentido más inocente: olerse, tocarse, morderse. Sexy pero nunca vulgar; había que guardar las apariencias. De pronto se dieron cuenta de que eran los últimos. Él propuso su casa, pues estaba a un par de cuadras. Ayudaron a limpiar un poco y salieron abrazados. En el camino él habló con los trabajadores de limpia que servían a su edificio, sólo unos segundos y continuaron. Al llegar no se podían contener. Empezaron a besarse desde el elevador. Cuando llegaron al sillón él ya estaba besando unos labios distintos a los que había besado durante esa noche.

Él fue al baño, y cuando regresó la encontró desnuda usando nada, salvo un bombín que su roomie estaba usando como vestuario para una obra de teatro. Era el cuadro de Magritte personificado por una musa de veintidós años desnuda en el pasillo. Cogieron hasta llegar al cuarto. En el cuarto continuaron hasta que un dedo borracho la hizo cuestionar sus decisiones. Él se disculpó y continuaron un rato más, pero ninguno se vendría. Durmieron rico, desnudos y abrazados. Al día siguiente ella se fue a su casa; él continuó escribiéndola.

El lenguaje universal

Hasta hace poco creía que había dos lenguajes universales: el arte y las matemáticas, pero últimamente siento que debe haber un único lenguaje universal que combine la manera de acceder al conocimiento a través de los dos anteriores. Sería algo así como definir el arte con precisión matemática, y entender la belleza de una ecuación.

Memoria caché

En el lenguaje de la informática, la memoria caché sirve, creo, para almacenar cosas que le sirven a la máquina pero no al usuario. Incluye, creo, cosas como cookies y otras pendejadas molestas por el estilo.
En el lenguaje del ser humano, o más bien en el contexto del ser humano, la memoria caché es la memoria basura que recuerda datos sobre los deportes que no nos interesan, sobre la combinación de colores adecuada en la ropa, y es la que usamos para decidir qué nos gusta y qué no; es la memoria de la elegancia y por lo tanto, la memoria basura.

Propriocepción

La propriocepción es la misteriosa capacidad que tenemos para voltear instintivamente, sólo para darnos cuenta de que alguien nos observa. ¿Cómo pudimos saber que alguien nos está viendo, cuando nosotros le estamos dando la espalda?
 Creo que alguna vez leí que era porque nuestros cerebros procesan inconscientemente mucha más información de la que nosotros somos capaces de analizar conscientemente. Así, esos ríos de información se suman, y si nuestro cerebro cree que podemos estar en peligro, nos impulsa a voltear, sólo para encontrar que un anciano tiene sus ojos clavados en nuestra espalda.

En lo personal no me siento del todo satisfecho con esta explicación, y creo que nuestro cuerpo en su conjunto debe actuar como un receptor de vibras. Esto es, además de la suma de factores inconscientes que nuestro cerebro procesa. Tengo esta intuición porque uno no se la vive volteando cada vez que es observado, y a la vez me parece difícil que el cerebro pueda factorizar información cuando hay barreras físicas de por medio (como por ejemplo de coche a coche).

El detector de vibras tiene que ver con que creo que el cerebro (y la mente, si me presionan) no vale  sin el cuerpo. Es decir, nuestra individualidad (si es que tal cosa existe), existe únicamente en el conjunto mente-cuerpo entendido como una sola cosa, y es esa cosa la que puede detectar intenciones, pensamientos, etcétera, y por lo tanto advertirnos cuando percibe señales de peligro.

Belleza fea

Es importante darse un momento para apreciar la belleza en todo; incluso aquello que podría parecer feo. Pienso en el ejemplo de la basura. Estoy viendo una servilleta arrugada y probablemente usada. En primera instancia, cuando uno ve la mesa, con migajas y el desorden general que presenta la composición (el arreglo de objetos sobre la mesa), no ve mas que eso: la mesa desordenada y sucia. Sin embargo en este momento,
no me importan ni el desorden ni la suciedad,
porque toda mi atención está enfocada
en la belleza de los pliegues de la servilleta;
en cómo está parada como si fuera la orgullosa columna de un templo griego,
cuando no es mas que basura.

A ella, a la servilleta, no le importa su condición estética respecto al resto de los objetos; ella sabe quién es y me lo ha hecho entender.

Un experimento

Descripción en todas las personas, singular y plural

Si tan solo se hubiera dado cuenta antes. Pero no. Cuando nació, la tecnología que haría evidente su condición aún se estaba gestando. No había internet, y así lo que lo único que sustentaba su existencia eran las ondas de radio. Suena dramático, pero en realidad simplemente significa que vivía una vida normal. Con el advenimiento de la red inalámbrica, empezó a notar que sus sentidos se agudizaban. Al principio era intolerable; podía oler el baño en los restaurantes, escuchar las peleas de sus vecinos y ver en la obscuridad. Lo peor de todo era no poder saber porqué de pronto sus sentidos se agudizaban hasta alcanzar niveles suprahumanos. Con el tiempo aprendió a controlarlo, pero eso tuvo como consecuencia cierto nivel de dependencia, es decir, si por alguna razón ajena a su control perdía la conexión de manera súbita, era muy probable que se desmayara.

Nadie tenía por qué saber de su condición, nadie pudo haber si quiera imaginado su condición. Sí, claro, las ondas de radio se pueden traducir a impulsos eléctricos, pero ninguno de nosotros hubiera podido adivinar que tal fenómeno podía ocurrir de manera natural. Cuando intentamos estudiar la situación, ya era demasiado tarde pues no teníamos manera de rastrear a la persona afectada. La única opción que nos quedó, fue buscar como se busca a los hoyos negros, es decir, no buscar al objeto que se quiere estudiar, sino a la manera en la que incide en lo que ocurre a sus alrededores.

Cada tercer día voy a trabajar a un café que está cerca de mi casa. Todo es perfecto excepto en aquellos días en los que la conexión a internet se cae; aunque después de aquél día me di cuenta de que hay de caidas a caidas. Era un tercer día cualquiera, pero resultó estar lleno de coincidencias. Primero, que yo checara que había conexión porque estaba a punto de mandar un mail, segundo porque mi pesquisa tuvo lugar justo en el momento en que la conexión se caía, y tercero porque en ese preciso instante, una persona que esperaba a que le entregaran su café se colapsó sin decir una sola palabra.

¿Creen poder conmigo? ¿Acaso creen que no sé cuánto tiempo llevan intentando rastrearme? No tienen oportunidad, están perdidos. Si lo hubieran intentado antes, tal vez, pero ahora es demasiado tarde. Estoy muy fuera de su alcance y volando muy por encima de sus radares. Nunca debieron haberse metido con una mujer

Imagínate que vas caminando por la playa y te encuentras con una persona concentrada en el horizonte. Tiene una computadora encendida y con un USB drive pegado. Tú, nada penoso y con una curiosidad que raya en la impertinencia, te acercas pero caes en cuenta de que, pese a que la computadora está funcionando, tiene el protector de pantalla. No hay música ni audífonos, simplemente esa persona con la mirada perdida en el horizonte. Tú curiosidad se desborda y te abalanzas con una serie de preguntas. La única información que obtienes es que está viendo la otra costa (tú sabes que es imposible) y que necesita la conexión para ver hasta allá. Tu interlocutor no dice más; como si te pudiera bloquear; dejarte de percibir.

Ellos se lo buscaron. Si tan solo pudieran respetar la intimidad y el espacio personal, nada de esto habría pasado. Después de la primera transgreción, dejé de considerarme parte de su especie. Esa especie que, dada su naturaleza social, es propensa al chisme, a saber qué le pasa al otro, y si lo que le pasa es malo, tanto mejor. Las redes sociales les ajustaron de maravilla por esa razón. Pero jamás voy a permitir que me conviertan en un experimento social más, no voy a servir a sus propósitos, y si es necesario, soy capaz de exterminarlos.

Coin

INTRO

Se han unificado todas las monedas del mundo.
Como consecuencia, nacen los “créditos únicos”: una moneda tal que cada unidad se asigna individualmente. Los robos son prácticamente imposibles, pues no hay manera de usar un crédito que no haya sido aprobado por el comprador. Si la transacción se hace bajo coherción, se denuncia, y como rastrear el crédito es fácil, el perpetrador cae rápidamente.

“…normalmente nos toma un par de minutos rastrear el robo…”, afirma Hideo Kasaki.