Tsukijy Powa

Epigmenio vivía junto al río. Después de trabajar acostumbraba beberse una cerveza mientras lo veía correr. Un día vio bajar una playera de un rojo bastante vivo. Parecía tener letras, pero no alcanzaba a ver.

El patio donde se sienta tiene unas bardas de cemento no muy altas, como a la cintura, interrumpidas por una reja que da acceso al río (sí pásele río, está usted en su casa). En fin, salió, caminó los tres metros necesarios para llegar al río y se metió para rescatar el curioso objeto que había encallado en las raíces descubiertas de un árbol. La extendió, vio que era demasiado pequeña, y la puso a secar.
Al día siguiente, se la enseñó a su esposa, quien sugirió que se la regalara a su hija, puesto que de todos modos no le quedaba.

La niña, siendo niña, creyó que los extraños caracteres de la playera la iban a convertir en princesa, le iban a dar súper poderes, o algo por el estilo. Y en cierto modo sí, fue algo por el estilo.
La playera, que era de un rojo brillante que obligaba a pensar por qué alguien se desharía de una prenda tan nueva, tenía unos caracteres extraños en amarillo. Los caracteres eventualmente se revelaron japoneses, pero antes de eso generaron curiosidad. Mucha curiosidad. Y ese fue el súper poder de la playera.

La niña, que casi no hablaba y no tenía amigos, de pronto se encontró rodeada de atención; y claro, al principio fue difícil, pero luego lo empezó a disfrutar.

Ya de grande Natalia entendió la importancia de la sociabilidad, y sabía de los beneficios que obtuvo al aprender a interactuar con otros humanos-perro desde pequeña. Hoy, después de tantos años aún recuerda vívidamente su ansiedad y miedo al entrar al salón, pero también cómo se sintió la primera vez que sus compañeros la rodearon para hacerle preguntas.

Esta historia no es sobre humanos-perro, ni la playera que perdí en el río la vez que me enamoré de una venezolana preciosa, ni sobre sus colores o el coraje que sentí cuando la vi perdida. Esta historia es evidentemente sobre la importancia de no construir la casa de uno junto al río.

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